Australia empata con Holanda en un pésimo partido y se clasifica de carambola para octavos. Los rivales de grupo juegan el mejor partido del Mundial y se eliminan al igualar 3 a 3. Brasil, el próximo rival.
Jugadores de Australia y de Holanda se saludan antes del inicio del partido.
(Rodolfo Frascara. ENVIADO ESPECIAL). Hay una buena y una mala noticia. La buena noticia es que Australia consiguió clasificar para octavos de final a pesar de su empate. La mala, que jugó un partido horrendo.
John Whiscoigne armó un equipo para no dejar jugar a Holanda, para perder tiempo y cortar el partido. Y lo consiguió. Sólo se olvidó de que ganando se ahorraba el sufrimiento que supone depender de otros resultados. Pero aguantó el cero a cero y clasificó de milagro.
El partido empezó según lo previsto: los Farriss se pegaron a los naranjas y les tironearon levemente la camiseta, los pantalones, o les mentaron a sus madres y hermanas por lo bajo. Los suplentes holandeses, entre tanto, intentaron impresionar a su entrenador para hacerse un hueco en el primer equipo, y jugaron ligeramente descentrados, con excesiva tendencia a la maniobra personal, al adorno, al lujo. Más pendientes de las cámaras y del lobby mediático que de las instrucciones que venían desde la banda.
Kidman se la pasó en el suelo. Cada pelotazo sin sentido arrojado por los zagueros australianos era media falta a favor de los Socceroos. Pero siempre muy lejos del arco. En una de esas jugadas intrascendentes, Colin Hay no pudo con su genio y se hizo amonestar tontamente al discutir con el árbitro un offside de Kidman, que estaba cuatro metros adelantado. El mediocentro se pierde el partido de octavos por acumulación de tarjetas.
Harry Vanda intercepta a Roy Batty en un lance del encuentro.
Holanda, casi
Pese a todo, Holanda tuvo cuatro claras ocasiones de gol. A los veinte minutos del primer tiempo, Peter Garrett tuvo que estirarse cuan largo es para descolgar un misil dirigido al ángulo desde la medialuna. Finalizando la primera parte, Kennedy rechazó en la línea un cabezazo desde el punto de penal a la salida de un córner.
A los quince del segundo tiempo, Kinnear tiró mal el achique y habilitó a Roy Batty, el nueve de los Países Bajos, que eludió a un desesperado Garrett y empujó suave de cara al gol, aunque la pelota se fue a escasos veinte centímetros del palo. Faltando cinco minutos para el silbato final, un indirecto por jugada peligrosa de Young derivó en una serie de rebotes en el área, despejes fallidos, salidas en falso y, por último, un puntinazo anónimo que dio en el travesaño y se fue. El árbitro dio saque de arco.