Una producción periodística de Señales de Humo, con la colaboración de Libreta de notas.

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lunes, 28 de junio de 2010

Milagroso empate de Australia

Australia iguala a cero con Brasil y consigue clasificar a cuartos en los penales. Archivaldo fue expulsado y Carlinhos dos Santos erró el penal decisivo.
El delantero brasileño Archivaldo, lamentándose tras su expulsión.
(Rodolfo Frascara. ENVIADO ESPECIAL). Australia volvió a hacer historia en un Mundial al eliminar a la múltiple campeona, Brasil. En un partido que los brasileños pudieron ganar incluso con un hombre menos, todo se decidió en la lotería de los penales, con Carlinhos dos Santos como protagonista.
Brasil comenzó el partido controlando la pelota, haciéndola circular de un lateral al otro, al tranco y sin prisas, esperando a que Australia abriera un hueco para la mortal incursión de los cracks sudamericanos. Los australianos esperaban atentos, presionaban sin mucha convicción hasta tres cuartos de cancha y parecían distraídos. Quizás se divertían pensando en que los colores de Brasil se parecían mucho a los suyos...
Pero a los quince minutos vino el primer susto serio: el mediocentro brasileño Poncio Pilatos dio un pase muy displicente hacia su central, Claudio Desconçentrão, que estaba un poco distraído. Doohan, en cambio, estaba atento a la jugada, robó el balón, encaró con potencia al área y pateó cruzado, desviado.
A partir de entonces, Brasil se tomó el partido más en serio y aceleró un poco el ritmo. La respuesta inmediata fue un tiro libre perfectamente ejecutado por el lateral derecho, Coiman, que Garrett envió al córner con la punta de los dedos. El tiro de esquina encontró la cabeza de Kelly, que rechazó temerariamente hacia su arco a punto de marcar en propia puerta. El segundo centro encontró esta vez la cabeza del centrodelantero Archivaldo, que desvió el remate apenas unos centímetros sobre el travesaño.
Pum para arriba: Kennedy bolea sin contemplaciones.
El resto del primer tiempo fue un monólogo de Brasil y se jugó casi exclusivamente en el campo de Australia. Gibson, Jackman y Kidman prácticamente no tocaron una pelota. Doohan intentó bajar tres o cuatro pelotazos sin sentido, pero tampoco tuvo más protagonismo. Los múltiples campeones del mundo, en cambio, se aburrieron de centrar al área rival, probar de media distancia o buscar las jugadas a balón parado que les dieran la ventaja. Pero la primera parte acabó en un empate a cero.
Segundo tiempo
La salida de vestuarios trajo cambios en ambos equipos. Brasil prescindió de un mediocentro defensivo y colocó un carrilero veloz por la izquierda. Australia salió sin Jackman ni Kidman y metió a los hermanos Farriss. Gibson se quedó de mediapunta, esperando que Doohan consiguiera bajarle una pelota medianamente limpia. Estaba claro que John Whiscoigne comenzó a pensar seriamente en la posibilidad de aguantar el resultado.
Así las cosas, la segunda parte arrancó lenta y aburrida. Los australianos se replegaron mucho más atrás y solamente Vanda y Young (alternativamente, nunca a la vez) se animaron a acompañar los escasos contragolpes liderados por Doohan y Gibson. Brasil, por su parte, avanzó territorialmente gracias al empuje de Desconçentrão, Coiman y Poncio Pilatos. Se vio poco a Carlinhos dos Santos, más preocupado por adornar cada pase que por buscar el arco rival.
Los hermanos Farriss se dedicaron de lleno a la destrucción de juego y de tobillos rivales: a los diez minutos ya estaban ambos amonestados. Tim Farriss fue el primero, víctima de los nervios que le provocaba el uno-dos que le hacían las figuras de la canarinha; llegó tarde a un cruce y decidió cortar por lo sano. Lo de Andy Farriss, en cambio, fue algo más clásico: Archivaldo se escapaba en carrera y no tuvo más remedio que hacerle una zancadilla por detrás. Amarilla para él y amarilla para el nueve brasileño que, ofendido por la falta, se puso de pie inmediatamente e increpó a Andy Farriss con un empujón ante la mirada atónita del árbitro.
Pese a jugar condicionados, los hermanos australianos consiguieron interrumpir el flujo de juego brasileño, que volvió a estancarse en toques intrascendentes, pases al guardameta, pelotazos a la olla y zapatazos lejanos fáciles para Garrett. A cinco para el final, Brasil no conseguía romper el empate y decidió pisar el acelerador.
Aprovechando el cansancio de los carrileros de Australia, los brasileños volvieron a desbordar y consiguieron llevar verdadero peligro hasta en tres ocasiones: un centro atrás fue rematado por Archivaldo y la pelota se estrelló en el travesaño, que quedó zarandeándose por la violencia del impacto. Poco después, un centro desde la izquierda encontró a uno de los centrales de Brasil, Desconçentrão, lanzado al ataque, quien desvió el cabezazo a un metro del poste.
La expulsión
Finalmente, una brillante ruptura del fuera de juego dejó mano a mano a Archivaldo frente a Garrett. Esta jugada marcó le partido. El nueve amagó con enganchar hacia adentro y tocó el balón hacia fuera, un poco largo; Garrett titubeó, pero consiguió arrojarse a los pies del delantero y manotear la pelota al córner. Archivaldo, viendo que no llegaba, se tiró pidiendo penal, pero el referí estaba atento y no cayó en el engaño: dio saque de esquina y esperó a que el delantero de Brasil se pusiera de pie. Entonces le enseñó la tarjeta amarilla con convicción, aunque luego se percató de que el nueve ya estaba amonestado por su encontronazo con Andy Farriss. La decisión estaba tomada y el árbitro no tuvo más remedio que expulsar a Archivaldo.
El tiro de esquina pasó sin pena ni gloria (la pelota salió al describir su curva en el aire) y Australia perdió todo el tiempo que pudo para alcanzar el alargue. Y lo consiguió.
Archivlado no puede con los australianos y se hace expulsar.
El alargue
Quedaban por delante treinta minutos en los que Brasil debía conseguir salvar su honor con un hombre menos. Whiscoigne decidió dar descanso a Gibson, que ya no podía con su alma después de perseguir el balón desde lejos todo el partido, y metió en su lugar a otro experimentado perro de presa, Antonio Lapaglia, un descendiente de italianos que comenzó su carrera como arquero pero que acabó en el mediocampo por sus grandes dotes para la recuperación de balones perdidos. Lapaglia, a diferencia de Gibson, se colocó por delante de la línea de defensa, dejando a Doohan en la más absoluta soledad. Young y Vanda desistieron de subir por los laterales.
Comenzó la prolongación con un potente disparo de Carlinhos dos Santos que pegó en Kinnear, luego en el palo, rodó por la línea de gol y fue capturado milagrosamente por Garrett. Lapaglia, mientras tanto, marcó territorio con un par de entradas fuertes que le costaron la tarjeta amarilla.
Los brasileños vieron en el juego brusco australiano una oportunidad de emparejar el número de jugadores y desperdiciaron los primeros quince minutos en infructuosos arranques personales para buscar la falta.
Sin apenas tiempo para refrescarse, el segundo cuarto de hora fue un himno a la desesperación y a la impotencia. Brasil apeló, como siempre, a la magia de sus figuras para consumar la victoria, pero ninguna parecía estar particularmente inspirada. Disparos a la tribuna, centros fáciles para el arquero o los centrales, gambetas torpes y lentas, lujos sin resultado, paredes inconclusas, pases imprecisos, balones demasiado largos…
Los australianos aprovecharon el hombre de más colocándolo exactamente donde hacía falta: los treinta minutos que jugó Lapaglia fueron los mejores de su carrera, taponando todos los huecos y despejando cualquier intento de incursión por el centro. Y, como quien no quiere la cosa, se acabó el partido. Era el turno de la famosa lotería de los penales.
La definición
Abrió Brasil, y los cuatro primeros tiros de cada equipo fueron ejecutados de manera impecable. Por Australia patearon Doohan, Kennedy, Lapaglia y Vanda.


Carlinhos dos Santos se prepara para ejecutar el penal decisivo.


Heath Jackman, Mark Kelly y Harry Vanda celebran la pifiada de Carlinhos dos Santos.
Pero en el quinto disparo de la tanda, el diez de Brasil, Carlinhos dos Santos, quiso lucirse y la picó suave y al centro. Un globito. El famoso ‘penal a lo Panenka’. Pero Garrett, que no había decidido a qué lado tirarse y se había quedado clavado en el medio, aprovechó el regalo y tomó la pelota sin el menor esfuerzo. En ese momento, más de 190 millones de brasileños desearon asesinar Carlinhos dos Santos con sus propias manos.
Kinnear fue el encargado de sellar el partido con un violento derechazo esquinado, sin arriesgar. Y Australia pasó a cuartos de final.

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