Basta con echar un vistazo a la prensa internacional para descubrir cuán grande es el daño que John Whiscoigne y sus marionetas están haciendo al fútbol. Los cronistas deportivos de todo el planeta ya hablan de la estrategia australiana, una mezcla de antifútbol, catenaccio y orden táctico alemán que no lleva a ninguna parte. En lo que vamos de torneo, dicen los principales medios del globo, Australia no ha marcado aún ni un solo gol más allá de la tandas de penales. “Un equipo que renuncia al gol, renuncia al fútbol y no puede permanecer en un campeonato del mundo”, concluyen expertos de renombre como Günter Netzer, Pelé, Johan Cruyff o el Profe Córdoba.
Y yo digo: ¿Por qué damos esa terrible imagen? ¿Eh? ¿Por qué? El farsante inglés se limita a responder con declaraciones de alto voltaje, con ataques directos a la prensa y negándole la palabra a quienes no pensamos como él.
Australia ya está en semifinales. Este paso sería un verdadero motivo de alegría, sin duda, de no haber sido posible pura y exclusivamente gracias a la suerte y, en ningún momento, al buen juego de los nuestros. Y eso lo vamos a pagar más temprano que tarde. La mentira de Whiscogine tiene fecha de caducidad para el próximo miércoles, contra Italia.
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